La ciencia de restaurar cuencas

Antes de seleccionar una estrategia de restauración es fundamental comprender el proceso natural de la recuperación de un ecosistema, evaluar los objetivos y los recursos disponibles.

Para nadie es un secreto que las cuencas hidrográficas son fundamentales para garantizar un suministro permanente de agua, pero pocos saben que detrás de las labores de restauración y conservación de un sistema fluvial hay más que un plan de siembra de árboles y de reconversión de las actividades que impactan negativamente el sistema.

Para empezar hay que entender que la regulación de una cuenca busca mantener un caudal base menos cambiante, de tal manera que en temporadas de lluvia el agua no escurra sin control a los lechos de los ríos y se almacene en el suelo, y en épocas de baja precipitación se cuente con una oferta adecuada tanto en calidad como en cantidad.

Cuando este funcionamiento se ve afectado por factores como la deforestación y la erosión se requieren planes de restauración que propendan porque las zonas afectadas retornen a una condición de equilibrio o sostenible. Estos esfuerzos se enfocan en mantener los servicios ecosistémicos como la provisión de agua, la prevención y control de la erosión, y la conservación de la biodiversidad y de los sumideros de carbono.

Para que este esfuerzo sea efectivo es necesario entender el proceso natural de recuperación de un ecosistema; comprender la relación lluvia-caudal en diferentes condiciones y conocer los cambios en los patrones de la temperatura, la precipitación y la cobertura, entre otros. Actualmente, se deben considerar la contaminación y el cambio climático como factores decisorios.

A partir de este conocimiento se pueden seleccionar especies vegetales que fisiológica-mente toleren los cambios generados en la cuenca y otras adaptaciones especiales, así como definir actividades agrícolas que contribuyan a la restauración ecológica.

Lo anterior explica por qué aumentar la población de árboles en un sistema fluvial sano puede generar un incremento en el consumo de agua por efecto de una mayor evapotranspiración y, por lo tanto, disminuir la oferta hídrica de la cuenca, en lugar de favorecerla.

Medir lo micro

Las microcuencas son unidades territoriales manejables desde el punto de vista hidrográfico y con condiciones más uniformes que las de una cuenca. Además, las intervenciones de restauración y/o conservación están más concentradas en ellas. Por estas características son ideales para medir parámetros como nivel del agua, concentración de sedimentos, contaminación y estado de la vegetación ribereña, entre otros.

Actualmente Cenicaña realiza el monitoreo hidrológico sobre cuatro microcuencas y a nivel de subcuenca en el río Aguaclara, principal aportante de caudal del río Bolo, de las cuales se tiene información desde noviembre del año 2013.

Con este monitoreo se quiere conocer el impacto de las acciones de recuperación y conservación que realiza el Fondo Agua por la Vida y la Sostenibilidad (FAPVS), como fundamento para ajustar los planes de restauración que se están ejecutando y diseñar nuevas alternativas de intervención que propicien la regulación y el rendimiento hídrico en estas cuencas.

De esta manera la agroindustria de la caña de azúcar contribuye a la gestión integral del recurso hídrico: desde la parte alta de las cuencas, con el estudio detallado de la oferta hídrica y el apoyo a las asociaciones de usuarios de los ríos; y en la zona plana, con el conocimiento que conduce a precisar los requerimientos de agua por parte del cultivo y a hacer un uso eficiente del recurso.

DATO IMPORTANTE

La cantidad y calidad del agua superficial y subterránea están estrechamente relacionadas. En las partes altas y medias de las cuencas se genera el agua que recarga a los ríos y acuíferos, ya que son áreas de concentración de lluvias.

Autores:

FANNY HOYOS. Ingeniera agrícola, Programa de Agronomía – Cenicaña.

Carta Informativa
Año 4 / Número 2 /Julio de 2016

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