Breve reseña histórica de la agroindustria de la caña de azúcar en el país.
La caña en Colombia y en el valle del río Cauca
La caña de azúcar llegó a Cali traída por Sebastián de Belalcázar (1540), quien la plantó en su estancia de Yumbo; de allí el cultivo se diseminó por la cuenca del río Cauca. Previamente, en 1538, Pedro de Heredia introdujo la caña a Colombia a través de la ciudad de Cartagena.
Según Víctor Manuel Patiño en su libro Esbozo Histórico sobre la Caña de Azúcar: “La caña vino a Colombia en el año 1538 a través del puerto de Cartagena y dos años después en 1540 entró por Buenaventura al valle geográfico del río Cauca, plantándose inicialmente en la margen izquierda del río Cauca, en Arroyohondo y Cañas Gordas, lugares muy cercanos a Cali, donde operaron sendos trapiches paneleros”. Según Patiño, la penetración en el resto del país se hizo a partir de María La baja en Bolívar; Valle de Apulo, Rionegro y Guaduas en Cundinamarca; Valle de Tensa en Boyacá y Vélez en Santander.
Los primeros grandes cultivadores
Para el mismo autor: “a mediados del siglo XVI se inicia el cultivo sistemático de la caña de azúcar. Pedro de Atienza, un español bragado, es su primer industrial. La milagrosa gramínea había sido transportada en viveros especiales, construidos en la sentina de las carabelas, desde la Gran Canaria hasta Santo Domingo. En la isla se dio con un furor genésico irresistible. De este modo esos cañadulzales vinieron a ser los abuelos de los que hoy presentan sus armas a los vientos de toda la zona tropical. Pedro de Atienza fue el primer testigo de un milagro agrícola, cuando comprobó que en el Valle la gramínea producía durante todo el año, sin que fuera necesario limitarse a las periódicas zafras. Con ese argumento parece que convenció a los estancieros que no querían salir del cultivo del maíz, el cacao, el plátano o de la ganadería.”
Según Patiño, “el vasco Gregorio de Astigarreta tampoco se andaba por las ramas. A finales del siglo XVI compró fundas en el río Amaime, con impresionante intuición, y los sembró de caña de azúcar. Trajo de España a Juan Francisco, Pedro Miranda y Rafael Guerra, quienes parece que habían sido cultivadores de cañavelares en Granada y en las Islas Canarias, para que dirigiesen sus fundos. Poco a poco se fue extendiendo la mancha de los cañadulzales por toda la planicie”.
Hacia 1560 se fundaron tres ingenios a orillas del río Amaime: el de San Jerónimo, perteneciente a Gregorio de Astigarreta, y los otros dos, uno a Andrés y otro a Lázaro Cobo. Hubo también un ingenio en Caloto, propiedad de Francisco de Belalcázar. Los hermanos Cobo exportaron azúcar y miel a Panamá en 1588. Más tarde, en 1593, Diego Ordóñez de Lara exportó 180 arrobas, por valor de dos pesos sencillos la arroba. En el año 1600 ya existían ingenios en Ocaña, Vélez, Mahates, Tocaima, Guaitara, La Palma, Ibagué, Buga, Cali y otras regiones del país.
En 1700 se incrementó el uso de derivados de la caña para la fabricación de aguardiente y desde 1772 se fundaron fábricas del licor (reales) en diversas ciudades del país.
Variedades importadas
La caña criolla que trajeron los españoles a fines del periodo colonial, llegó de las Guayanas; la caña Tahití u “Otahití” fue introducida al Valle entre 1802 y 1808. Cuando en 1801 pasó Alexander Von Humbolt por Cali, recomendó a hacendados sembrar la caña Otahití que poco después importaron Francisco José Arboleda a Japio, Manuel de Caicedo Tenorio a Cañasgordas y Miguel Cabal y José María Lozano Peralta a sus haciendas del Llano de Buga. La Otahití se esparció por praderas de una y otra banda del río Cauca. Sin embargo, don Manuel de Caicedo mantuvo la antigua o criolla, mientras comprobaba si la nueva era sólo furor y robustez.
De la molienda artesanal a las grandes máquinas
Durante la colonia, la producción de panela, azúcar y mieles fue una tarea artesanal y así permaneció hasta comienzos del Siglo XX, cuando se inauguró una moderna planta en el Ingenio Manuelita. Los primeros cañales no eran muy extensos, pues eran pocos los vecindarios. Tampoco se molía a diario por ser corta la demanda de azúcar y miel. Los trapiches eran rudimentarios con dos mazas de madera, algunos horizontales movidos manualmente por manubrio de aspas y otros verticales accionados por bestia. Sólo hasta 1867, al aumentar la demanda, el Ingenio Manuelita estableció un molino horizontal de tres mazas en hierro movido por agua, que trae alambique de bronce y equipo para rectificación de aguardiente. Años atrás, en 1855, en la azucarería de San Pedro Alejandrino y cerca de Ciénaga Grande se emplearon máquinas a vapor. Para la misma fecha (1855) se expandió en el Carare y en el Tequendama el uso de calderas y trapiches.
En 1883 empezó la fabricación de trapiches de hierro en la ferretería de Pacho y en 1892 se produjo azúcar centrifugado en el Ingenio Berasqui en Cienaga de Oro.
En el Ingenio Manuelita, en 1901, se inauguró maquinaria a vapor con transportadora de caña, torre de sulfitación, filtro-prensa, evaporadores, tacho al vacío y centrífuga.
Desde 1909, la nación colombiana había cedido el privilegio del monopolio del alcohol y licores a los departamentos. La Ley 4a. de 1913 sentó como atribución de las Asambleas monopolizar la producción, introducción y venta de licores destilados embriagantes. No se instaló de inmediato aguardientería oficial en el Valle del Cauca, sino que se siguió contratando con particulares la producción.
La llegada del ferrocarril al Valle del Cauca
El desenvolvimiento vial fue factor clave en el desarrollo agrario del Valle del Cauca. Por caminos de arrias y por comunicaciones fluviales había discurrido el comercio desde tiempos coloniales. En 1915, el ferrocarril había llegado a Cali desde Buenaventura, y en 1917 a Palmira y avanzó con celeridad hacia Cartago y Popayán. La Carretera Central también se extendió a lo largo de la pampa. Se dinamizaron el intercambio de mercancías, la movilización de gentes y la trasculturización de costumbres. Se articularon entre sí los distintos circuitos y se acentuó para la comarca una vocación exportadora a otros mercados que se había iniciado desde finales del siglo XIX con exportaciones internacionales de café e internas de tabaco a Antioquia.
Expansión de la industria en el Valle del Cauca
Para 1920 se produce azúcar de pan y panela con modernas maquinarias en Palmira, Hacienda San José y Hacienda Santa Gertrudis; en Pradera, El Arado y Corozal; en Florida, La Industria y Perodías; en Corinto, La Elvira, Mendiola y La Siberia; en Caloto, Japio; y en Guachinte, El Nilo.
Para 1930 sólo había tres ingenios en el Valle del Cauca: Manuelita, Providencia y Riopaila; desde esos años la industria azucarera empezó a expandirse en la región hasta completar 22 ingenios. Entre 1920 y 1930 se establecieron los ingenios Sautatá, Cachipay, San Antonio, Mave, Payande y Consacá, Bomboná, Chalguayaco, Ortega y Salinas.
Entre 1930 y 1933 llegó la variedad POJ 2878 que hoy persiste en gran proporción en todas las zonas cañicultoras de Colombia, por recomendación de la Misión Chardón procedente de Puerto Rico. Hacia 1935, El Mosaico se abatió sobre los cañales de Antioquia y descendió al Valle del Cauca. Por fortuna existía ya la POJ 2878. Esta crisis indicó que debía fortalecerse la investigación de la cañamiel, si se quería progresar con certidumbre y firmeza hacia una agroindustria. Se reemplaza la variedad Otahití por la POJ 2878 y la POJ 2714.
Entre 1930 y 1939 aparecieron los ingenios Bengala, Perodias, La Industria, María Luisa y Mayagüez. Entre 1940 y 1942 surgieron Sancarlos, Pichichí, Oriente, Papayal, La Esperanza, El Arado, Central Castilla, Carmelita, El Porvenir, Meléndez, San Fernando y Central del Tolima.
Después de 1940 empezaron a desaparecer los ingenios en las regiones del país distintas a las del Valle del Cauca y se consolidó la mecanización del agro vallecaucano. Poco a poco se reducen las importaciones de azúcar.
Asocaña, Cenicaña y otras nuevas entidades en el sector
Para 1957 la industria azucarera requería ya de una entidad gremial que actuara como interlocutora de todos los ingenios, ya que tenían los mismos intereses, comerciaban los mismos productos y estaban ubicados en la misma zona geográfica. Esa inquietud sembró la semilla de asocaña, que nació un año y medio después, el 12 de febrero de 1959 con Personería Jurídica otorgada por el Ministerio de Justicia mediante la Resolución 0845 del 14 de marzo de 1959.
Entre 1950 y 1959 aparecieron los ingenios Sicarare, El Naranjo, Santa Cruz, Cauca, Central Tumaco, Balsilla, La Cabaña, La Quinta, Buchiloto y se introduce el control biológico de plagas de la caña.
Entre 1960 y 1969 hubo una gran expansión azucarera. Inició actividades COLMIELES como exportadora de azúcares y mieles; su nombre cambia después por CIAMSA.
En 1961 Colombia ingresó a la Organización Mundial del Azúcar. Inició Labores Pagraco conocida hoy como Propal.
El Centro de Investigación de la Caña de Azúcar de Colombia, Cenicaña, fue constituido en 1977 como una corporación privada de carácter científico y tecnológico sin ánimo de lucro, de duración indefinida, con sede en Palmira. En el mismo año se fundó la Asociación Colombiana de Técnicos de la Caña de Azúcar, Tecnicaña. En 1978 el Ingenio Risaralda estableció molienda. Para esta época la agroindustria colombiana de la caña se concentraba en los departamentos de Cauca, Valle del Cauca, Risaralda, Caldas y Quindío.
Eventos, logros e inversión
Entre 1980 y 1993 se extendió la variedad Mayagüez 74-275. Se inició la evaluación comercial de variedades promisorias de Cenicaña. Se desplegó una acción social en la región en recreación, salud, educación, cultura y se intensifican programas ambientales.
Se reunió en Colombia el XXII Congreso Mundial de la ISSCT (Sociedad Internacional de Técnicos Azucareros) en 1995. En 1996 se suscribió el convenio para la producción limpia con el Ministerio del Medio Ambiente.
A partir de 1999 la variedad Cenicaña Colombia (CC) 85-92 pasó a ser la primera variedad comercial en área sembrada por la industria azucarera colombiana en el valle del río Cauca. En el año 2000 se creó el fondo de estabilización de precios del azúcar y en el 2002 se consolidó la Red Meteorológica Automatizada a lo largo del Valle del Cauca.
La agroindustria azucarera, entre 1995 y 2005, invirtió más de 120 millones de dólares en el área ambiental lo que se reflejó en menores niveles de contaminación por unidad de producción al año. La gestión ambiental del sector fue reconocida a nivel nacional con el primer puesto entregado a los ingenios azucareros a través de asocaña, en el “Premio Nacional de Ecología Planeta Azul 2002 – 2003: Categoría Empresarial” otorgado por el Banco de Occidente. Este es el premio se otorgó por el manejo y la conservación del agua en el sector azucarero, un recurso vital para su propia actividad y la región en general.
En 2006 y 2007 se entregó a los cultivadores de caña del valle geográfico del río Cauca el estudio detallado de suelos que realizó Cenicaña con la cooperación Ingenios y del Instituto Geográfico Agustín Codazzi (Igac).
En el primer trimestre de 2007 la agroindustria azucarera colombiana puso en marcha la Red de Monitoreo de Material Particulado PM10, compuesta por cinco estaciones automáticas distribuidas en el área de influencia del cultivo en el valle del río Cauca.
El alcohol carburante
Los ingenios Mayagüez, Providencia, Incauca, Risaralda y Manuelita establecieron destilerías para producir etanol desde finales del año 2005, como respuesta a la ley 693 de 2001 que obliga oxigenar la gasolina vehicular con 10% en volumen de alcohol carburante producido a partir de biomasa.
En agosto de 2015, Riopaila Castilla inauguró la destilería de alcohol carburante más grande del país. La destilería cuenta con una capacidad de producción diaria de 400.000 litros y de 110 millones de litros por año. En el mismo año, el Riopaila Castilla inauguró la planta de cogeneración de energía, principal fuente de energía propia de la empresa. Esta planta de cogeneración cuenta con una capacidad de generar anualmente 235 gigavatios de energía.
FUENTE: ASOCAÑA – TECNICAÑA – FEDEPANELA