“El mejor escudo para las dificultades es el valor de lo que hacemos”

Álvaro Amaya Estévez, director saliente de Cenicaña.

Reflexiones del director saliente de Cenicaña, Álvaro Amaya Estévez, sobre el Centro de Investigación, la agroindustria y el futuro.

En el transcurso de la entrevista hubo espacio para comentar los resultados de un artículo publicado en The Economics sobre la síntesis artificial del genoma de una bacteria, recordar las conversaciones con un profesor japonés mientras cursaba la maestría a finales de la década de los 70 y reproducir alguna charla
con su antecesor en Cenicaña, Dr. James Cock.

Era de esperarse, si algo identifica al Dr. Álvaro Amaya es su capacidad para rescatar de su memoria historias, lecturas, anécdotas o simplemente noticias para poner en contexto alguna idea.

Así lo hizo para hacer un brevísimo balance de 19 años al frente de la Dirección, para reflexionar sobre lo que viene para el futuro y dejar un mensaje para los que quedan detrás.

A partir del 30 de junio de 2019 se retiró para “dedicarle parte de la vida a ese capital que está en silencio, siempre allí: la familia” y a dedicársele con más tiempo a la lectura de las obras de Gabriel García Márquez, de las cuales ha leído todas, y de revistas científicas como Agronomy Journal y Crop Science, ‘biblias’ de un ingeniero agrónomo dedicado a la investigación.

¿Qué es lo que más lo satisface de este periodo como Director General de Cenicaña?

Una de mis mayores satisfacciones es la confianza que ingenios y cultivadores me dieron para cumplir los retos de Cenicaña y para que la agroindustria mejorara en su productividad y competitividad.

Desde que llegué como fitomejorador me dieron un voto de confianza que me impide irme con nostalgia; al contrario, me voy satisfecho de haber contribuido a los avances del sector con lo que Cenicaña sabe hacer y también contento porque queda un equipo sólido.

¿Hay algún logro en especial con el que cree que respondió a ese voto de confianza?

A cada director nos correspondió un entorno diferente, a buscar respuestas a situaciones particulares. El Dr. Samper hizo una tarea grande con la creación del Centro y su estructuración y el Dr. Cock llegó a reforzarlo; trajo el planteamiento de la utilización de bases de datos, introdujo el tema molecular y en cómo ir más allá para comprender la respuesta de una tecnología en el campo; a él le correspondió el auge de la cosecha mecanizada y del tema ambiental, al que hubo que darle respuesta desde Cenicaña con la Red Meteorológica Automatizada.

Todos esos pasos nos fueron marcando los esfuerzos y la ruta a seguir en el contexto de lo que se necesitaba; hoy lo hacemos con investigaciones en fisiología, estudios de sensores, biotecnología e implementando las acciones acorde con la disponibilidad de las tecnologías.

Una de las razones por las cuales Cenicaña se destaca como un modelo para la creación de otros es que no sólo investiga y produce resultados, sino que identifica las necesidades, trabaja en conjunto con el sector y transfiere los resultados. Ese fue un soporte grande y una filosofía de trabajo.

¿Se podría decir que en su gestión fue clave el desarrollo de tecnología y su aplicación?

Aplicar lo que ya venía y fortaleciéndolo ante las nuevas situaciones que surgían. Veníamos con mucha información climática, de datos de producción comercial, afinamos el estudio detallado de suelos y cruzamos toda esta información.

Nos enfrentamos al reto de la cosecha mecánica y propusimos el proyecto Cate para mejorar las eficiencias; en la estratificación del manejo agronómico generamos conciencia sobre la especificidad, y seguimos fortaleciendo la transferencia de tecnología, gestión que venía desde el Dr. Samper.

Tomé como un reto que los investigadores fueran parte de la transferencia de tecnología porque en un entorno como el de la caña (donde hay muchos factores afectando al cultivo), la interacción entre los que generan conocimiento y quienes tienen la experiencia era una forma de generar confianza.

¿Cuál fue el momento más difícil que le tocó vivir?

Cuando se asume un reto se entiende que no todo será fácil, entonces, los momentos difíciles no se conciben de esa manera. Las amenazas del entorno son permanentes y todas ellas hacen parte de lo que hacemos, el clima, las plagas, las enfermedades…entonces, el mejor escudo para las dificultades es la capacidad de Cenicaña y el valor de lo que hacemos.

La mayor dificultad a la que me podría haber enfrentado es que cada cual (ingenios y cultivadores) ‘separaran cobijas’ y en este periodo ese momento difícil nunca llegó. Cuando la relación no fue la mejor hicimos las aproximaciones para cada parte y siempre promovimos esa unión, teniendo como eje el desarrollo de la tecnología.

¿Le quedaron tareas pendientes?

Siempre hay cosas por hacer porque no tenemos una bola de cristal y a medida que se avanza los procesos son más complejos.

Ha sido una motivación personal trabajar de una forma más cercana todos, ingenios y cultivadores, y eso se ha dado gradualmente. El desarrollo y sostenibilidad del negocio depende de todos y es un reto para Cenicaña propiciar que esa integración se mantenga, que trabajemos unidos alrededor de la tecnología, pero que a todos les vaya mejor cada vez.

¿Además de propiciar esa unión, qué otros retos quedan para el futuro?

Esta industria tiene como base una planta que es un tesoro comparada con otros cultivos, porque hay una cadena establecida en el sistema de producción, transformación y comercialización. La caña de azúcar tiene un enorme potencial no solo para azúcar, sino para energía y en el valor agregado que se pueda lograr al incorporar avances de la biotecnología y a nivel molecular, como por ejemplo, un producto de utilidad farmacéutica.

El reto es sacarle mayor provecho a lo producido y, por supuesto, hay un reto grande en reforzar la adopción de la tecnología, para lo cual ya queda establecido un programa de capacitación.

Una reflexión final para nuevas generaciones de investigadores y cultivadores…

Ser ambiciosos, tener metas y sueños y siempre con una mirada optimista. Siempre lo he sido y en eso se ha basado la fortaleza que he tenido. Aquí en Cenicaña hay una generación de jóvenes con muchas expectativas que hay que orientar y ubicarlos en el contexto. A nivel de la industria hay un grupo joven al que hay que fortalecer con lo que pasa en el entorno para que sus miradas sean más integrales. No pensemos que levantamos una pared, sino que estamos construyendo una catedral.

Carta Informativa | JUL 2019: 4-5  Versión en PDF 

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