Abr

2020

09

100 años del natalicio del Primer Director de Cenicaña: Armando Samper Gnecco (abril 9 de 1920)

Armando Samper Gnecco

6 de marzo de 1978

En la Junta Directiva de Cenicaña, una semana después de tomar posesión como Director de Cenicaña

(…) El Valle del Cauca ha sido siempre un extraordinario laboratorio de desarrollo agropecuario, no solamente por las características y condiciones del clima y de los suelos del Valle, sino también por el espíritu de empresa que ha caracterizado a sus gentes que han invertido imaginación creadora y capitales para hacer de las tierras del Valle del Cauca un recurso altamente productivo.

Al constituir el Centro de Investigación de la Caña de Azúcar, el Valle del Cauca dará al país un nuevo modelo de desarrollo institucional para la investigación que servirá de pauta a otras regiones y a otros gremios de la producción. Así, el Valle del Cauca le prestará al país un nuevo servicio de alcance nacional”

Con ocasión de los cien años del nacimiento de Armando Samper Gnecco, primer director de Cenicaña (1978 y 1990), hoy compartimos uno de sus tantos legados para la ciencia, la agroindustria colombiana de la caña de azúcar y el sector empresarial en general.

 

Diez principios de conducta directiva

  1. Tener principios. Sobre los principios, trazar una política, señalar objetivos y concretar metas. Cambiar la estrategia cuando sea necesario, pero no sacrificar nunca los principios. Reconocer los errores, porque quien no reconoce sus errores no se conoce a sí mismo. Tener coraje para luchar solos cuando lo exijan nuestros principios.
  2. Obrar con fe. Tener confianza en la capacidad de superación del hombre. Mirar siempre hacia delante, con la confianza en el futuro. Actuar con el poder de convicción que solo da la convicción de poder actuar.
  3. Decidir. Saber escuchar para ponderar las ventajas y desventajas de cada curso de acción y decidir luego, sin ninguna vacilación. Saber escoger lo mejor entre varias alternativas, aún a sabiendas de que ninguna es realmente buena. Decidir oportunamente, ya que más vale equivocarse que dejar de decidir. Decidir, si es necesario, contra la opinión autorizada de nuestros consejeros de confianza cuando hay que salvar un principio.
  4. Saber qué hacemos. El que no sabe qué sabe, se equivoca fácilmente. Como se equivoca el que no sabe lo que sí sabe. Muchas veces, lo que no se ve es lo más importante de una obra. Por ejemplo, una organización funciona bien cuando no se nota la organización. Igualmente, es fácil ver lo que se ha hecho, pero no es factible mostrar lo que hubiera ocurrido si se hubiera dejado de hacer.
  5. Contar con autoridad moral. Solo la autoridad moral permite ejercer bien el poder, como una oportunidad para servir a los demás. El poder es frágil; entre más se ejerce, menos fuerza tiene si no cuenta con el poder de la autoridad moral.
  6. Entender que el cambio genera cambio. Muchas veces hay que sacrificar una ventaja temporal para lograr más tarde un bien mayor. Frecuentemente hay que inducir un cambio y esperar que produzca resultados antes de provocar un nuevo cambio. La impaciencia es mala consejera, cuando se trata de transformaciones institucionales.
  7. Comprender que los hombres hacen las instituciones. Obrar con calor humano. Hay que confiar en la gente para inspirarle confianza. Hay que darle responsabilidades a la gente para que se sienta parte de la obra. Hay que hacerle sentir a cada cual que todos son igualmente importantes, para que luchen por la obra y la defiendan con ardor. Las ideas no son buenas hasta que los demás las consideren como propias. Las obras no son buenas a menos que sigan ya cuando no son nuestras.
  8. Comprender también que las instituciones hacen a los hombres. Hay que darle a cada cual un reto. Los hombres crecen frente al reto de las cosas importantes y difíciles. Si alguien fracasa, hay que darle otro reto; un reto distinto, porque todo hombre es capaz de hacer algo bien si se le da la oportunidad de hacer algo para lo cual sí es capaz.
  9. Dar para recibir. Quien tiene más, tiene el deber de dar al que tiene menos, para que tenga más. Sólo dando podemos aspirar a recibir. Lo importante es cumplir con el deber; actuar a conciencia, dejar que nos juzguen por lo que hicimos, no que nos acusen por dejar de hacer.
  10. Saber que no hay nada nuevo bajo el sol. A lo más el hombre puede moldear las arcillas; tener la ilusión de que está creando lo que ya existe. Con imaginación creadora puede darle un nuevo impulso a las cosas. Puede innovar. Puede avanzar. Hay que hacer las obras con amor, pero no enamorarse de las obras. Saber retirarse, porque las obras buenas nunca se terminan y siempre hay otros que las pueden hacer mejor.


Tres etapas en la dirección de Cenicaña. Armando Samper Gnecco (en el centro) en la celebración de los 25 años de Centro, el 6 de septiembre de 2002, acompañado de  James H. Cook (izquierda) y Álvaro Amaya Estévez (derecha).

 

Reseña

Armando Samper Gnecco nació en Bogotá el 9 de abril de 1920. Ingeniero Agrónomo con especialización en Economía Agrícola de la Universidad de Cornell. Fue director General de Cenicaña (1978-1990) y, junto con los fundadores del Centro, fue artífice del modelo institucional de investigación vigente hasta hoy en el sector azucarero colombiano.

Un modelo fundamentado en el compromiso del sector productivo para el desarrollo sostenible de la agroindustria, el cual ha servido de ejemplo en otros sectores agrícolas de Colombia y en varios países vecinos.

Para Cenicaña, haber contado con el doctor Samper en los primeros años de funcionamiento fue un privilegio por la sabiduría de sus aportes en la organización de los programas y las labores, la enseñanza ejemplarizante del respeto a las ideas y la diversidad, la iniciativa de buscar soluciones en la experiencia de otros y en la propia creatividad, la sencillez del liderazgo siempre con alegría y afecto. Sus cualidades de observador detallista y narrador exhaustivo mantienen fresca la memoria institucional.

El Dr. Samper también ejerció como Director General del Instituto Interamericano de Ciencias Agrícolas (actual Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura – IICA), San José de Costa Rica (1960-1966), Director Emérito; Ministro de Agricultura de Colombia (1966-1967) (1969-1970); Rector de la Universidad Jorge Tadeo Lozano (1971); Subdirector General de la FAO, representante para América Latina, Santiago de Chile (1972-1974); Presidente y miembro fundador de la Junta Directiva del Centro Internacional de Agricultura Tropical – CIAT (1973-1976), Presidente Honorario; y Presidente de la Corporación Nacional de Investigación y Fomento Forestal – CONIF (1974-1978).

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